A medida que envejecemos las mitocondrias de todas las células del cuerpo se debilitan y mueren. A los 70 años más de la mitad de las mitocondrias están dañadas y no funcionan correctamente.
Como comenté en un boletín pasado la clave para dar marcha atrás al reloj biológico depende únicamente de dos parámetros:
la longitud de los telómeros y la salud de las mitocondrias. Y no sólo del antiaging sino de la salud en general, y en concreto del temido cáncer. Aunque todavía no sea del dominio público ya ha quedado desbancada científicamente la teoría que proponía que son las mutaciones en el ADN las que originan el cáncer. La
verdadera causa del cáncer es la disfunción en las mitocondrias. Hace un par de semanas el Dr Mercola publicó un artículo que ahonda en la relación entre mitocondrias y cáncer que puedes
leer AQUÍ.
Resulta evidente pues que las mitocondrias, de la que no nos habíamos vuelto a acordar desde que aprobamos el examen de ciencias en el colegio sobre la fisiología celular, son unos orgánulos que deberíamos cuidar con especial mimo, pues de ellas depende no sólo nuestra salud, tanto física como mental, sino también nuestra esperanza de vida.
Pues bien, ¿qué podemos hacer para mantener la lozanía que tenían nuestras mitocondrias a 20 años?
La coenzima Q10 se ha convertido ya en un suplemento habitual en el mercado. Se encarga de poner en forma las mitocondrias que te quedan. Pero hay un nutriente poco conocido,
el PQQ, que guarda celoso el secreto del antiaging, puesto que no sólo neutraliza los radicales libres que dañan las mitocondrias sino que también desencadena la formación de nuevas mitocondrias, lo que no ocurre de forma natural cuando envejecemos.
El cuerpo no es capaz de sintetizar PQQ, por lo que lo obtiene en pequeñas cantidades de la dieta. Kiwis, zanahorias, patatas, repollo o plátanos son fuentes de PQQ, pero no en cantidades suficientes para desencadenar efectos antiaging como la generación de nuevas mitocondrias.